Los cuidados del bebé I. El ombligo

viernes, 21 de enero de 2011 - Publicado por mamalia en 12:17


Una de las dudas de los padres primerizos a la hora de cuidar del bebé son las nociones básicas de higiene que hay que hacer a diario. Vamos a ver a continuación cómo afrontarlos con confianza y seguridad.

Al nacer el niño se hace independiente y el nexo de unión que lo unía a la madre durante nueve meses y que le ha suministrado la nutrición y la oxigenación ya no es necesario. El ginecólogo o la matrona cortarán el cordón umbilical, dejándole un pequeño muñón sujeto por una pinza.
Este muñón tardará en caerse entre cinco días o tres semanas y necesitará unos 2 a 5 días más para estar completamente cicatrizado, pero esto es muy variable de unos niños a otros. Cuando la caída se retrasa por encima de 20 días o más, es conveniente descartar una infección que pueda estar retrasando la caída.

Os recuerdo que el cordón no tiene terminales nerviosos, por lo que al bebé no le dolerá que lo manipuléis, pero eso sí, con cuidado.
Para limpiar  el cordón necesitaremos gasas estériles y  alcohol de 70º, y no el de 96º que es el que normalmente tenemos en casa, ya que este último es menos adecuado para la piel sensible del bebé.

La forma de hacerlo es empapar una gasa en alcohol y dar toquecitos alrededor del cordón que queda por entre la pinza y su vientre. El alcohol irá secando el ombligo y terminará por caer. Hoy se recomienda no dejar la gasa empapada alrededor del cordón.

No debemos usar ningún producto que contenga yodo, como la povidona yodada (Betadine) pues éste se puede absorber a través de la piel e interferir con la función del tiroides del bebé.

Lo más importante para evitar infecciones es mantener el ombligo limpio y seco constantemente. La limpieza puede realizarse todas las veces que consideréis necesaria, pero personalmente pienso que tres o cuatro veces al día son suficientes.

En los niños hay que tener especial cuidado, para que el pipi no humedezca el cordón, para evitar en lo posible una infección.

Las señales que nos advierten de una infección  pueden ser  una supuración amarillenta y maloliente, un sangrado intenso o un enrojecimiento de la piel de alrededor (onfalitis) y siempre serán motivos de consulta con el Pediatra.

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